Desde pequeño, siempre fue rebelde. Morris no tiene ningún reparo en reconocerlo desde el minuto uno y además sabe, que es una de las características de su personalidad que más ha configurado su arte. Salió de casa a los 15 años con la maleta hacia Veracruz por, lo que luego se convertiría, en un amor tóxico. Desde ahí empezó a escribir poesía, su primer acercamiento al arte, y no puede parar de componerla cada vez que habla.
Nacido en la colonia Roma del Distrito Federal en el ‘74 en el seno de una familia tradicional, sus padres nunca llevaron bien las aficiones de Docktor. La hiperactividad que tempranamente le diagnosticaron hizo que se interesase por el arte de manera autodidacta, ya fuera tocar la guitarra, escribir o pintar. Aun así, en primero de secundaria se ganó la expulsión de la escuela y unos años más tarde, siete días detenido en la estación de policía de Cancún.
Todos estos percances de juventud solo hicieron que Docktor Morris se convirtiera en lo que hoy en día es: un artista multidisciplinar con una visión nada convencional. Precisamente en un intento de escape de la realidad que vivía, se apuntó a clases de dibujo para después, dar el salto a la pintura. Pasó horas pintando entonces, y experimentó por primera vez lo que denomina "una auténtica devoción", la misma que siente hacia sus ídolos artísticos: Van Gogh, Rothko, Solage, la escuela de Nueva York o los representantes del Arte Povera. Los negros y rojos predominaban en sus cuadros, colores propios de una vanguardia como la rusa, que rompe con lo establecido, con las normas sociales impuestas. Pura rebeldía.
Morris recuerda con especial cariño el día que "descubrió los objetos". Otro mundo de posibilidades se abrió ante sus ojos, materializados en forma de hierro, cobre y madera. Comenzó entonces a fabricar muebles gracias a la entrada en la Escuela de Artesanías del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Eligió la especialidad de esmalte a fuego, muy usada en joyería pero muy desconocida en ese entonces en México. Posteriormente cursó la especialidad de Metales también en el INBA. Empezó a fabricar lámparas y mesas, pero lo que recuerda con más cariño es un perchero que realizó en hierro modelado con forma de cuerpo femenino. Cuerpo versátil y estético que Morris analiza y presenta como una constante en su obra.
El hecho de que Morris asistiera a múltiples talleres para estudiar diferentes materiales, hizo que lo asumiera como una experiencia de aprendizaje integral y que no le diese miedo incursionar en las disciplinas. Ahora siente predilección por la fotografía. Piensa que ha funcionado, que ha llegado a la gente. Su trabajo ha sido seleccionado en exposiciones colectivas internacionales, entre las cuales cabe mencionar las de Kosova Art Gallery, en Kosovo, la galería Nina Torres Fine Arts de Miami, o en las que participó en las ciudades de Nueva York o Dortmund, Alemania.
Dentro de este estilo que él define como "ecléctico", Morris identifica ciertos patrones generales en su obra. Busca la experimentación social, la reacción de la gente, la ruptura y el impulso. Temáticamente trabaja por series, con un especial interés hacia el cuerpo de la mujer. Como artista, habla desde lo que le preocupa o le interesa, hasta algo que alguien alguna vez le dijo. Dentro de la pintura, busca la estética, lo "retinal" del arte, dice citando a Duchamp. Aborda temas como el erotismo, y usa la abstracción. Dentro de la fotografía, busca la parte femenina de la imagen. Morris no se pone límites.
Entre sus proyectos actuales se encuentra una propuesta gráfica; un libro con poesías suyas ilustradas, una especie de compendio entre poesía y pintura. Pero su egocentrismo acaba ahí mismo. De ahí todos son proyectos donde él se propone "echar la mano", tener una función social. Ese es su combustible a la hora de crear. Dentro de esos proyectos, también se encuentra una serie de pinturas donde Morris reflejará la situación de los trabajadores agrícolas mexicanos en Canadá y que formará parte de un libro.
Sin duda, cuesta mucho entender qué es lo que pasa por la cabeza de Morris. Después de haber expuesto en Europa, América y Asia, sigue teniendo un componente ingenuo, libre y salvaje dentro de sí mismo muy difíciles de encontrar dentro de un sector artístico totalmente capitalizado. Pero sabe que eso no es lo que importa; no quiere hablar del dinero sino del valor de la belleza. El arte es para él un reflejo de la época, es la huella del espíritu humano limitado en un periodo espacio-temporal. Conlleva críticas, cuestiones políticas, ideología; tiene contenido. El arte es "lo que vale la pena vivir" o, por lo menos, así lo cree Docktor.
valria yazed jimenez aceves
14 enero, 2016
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